Dios es amor

Ama al Señor tu Dios de todo corazon, y con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

Dios prospera. Solo obedezca mi al ma

Deuteronomio 28:

1Y será que, si oyeres diligente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra; 2Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, cuando oyeres la voz de Jehová tu Dios.

3Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo.

4Bendito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, y el fruto de tu bestia, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas.

5Benditas serán tu canasta y tu artesa.

6Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.

7Jehová hará que los enemigos que se levantan contra ti sean derrotados delante de ti; por un camino saldrán contra ti y por siete caminos huirán de delante ti. 8Jehová mandará que la bendición sea contigo en tus graneros y en todo aquello en que pongas tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. 9Jehová te confirmará como un pueblo santo para sí, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. 10Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán. 11Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, y en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que juró Jehová a tus padres que te había de dar. 12Y Jehová te abrirá su buen depósito, el cielo, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no tomarás prestado. 13Y te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas. 14Y no te apartes de todas las palabras que yo os mando hoy, ni a derecha ni a izquierda, para ir tras dioses ajenos para servirles.

Agua viva, gratuita y verdadera es Jesús. Por Él todo fue hecho

Evangelio según Juan 4

Respondió Jesús y le dijo: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua volverá a tener sed, pero el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que yo no tenga sed, ni venga acá a sacarla. Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. La mujer le dijo: Señor, me parece que tú eres profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; pues también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren.

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Jesús, nos hizo hijos de Dios












El unigénito hijo de Dios, el cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo, el mesías, el enviado de Dios, puro, sin mancha vino a hacerse como uno de nosotros. A padecer como uno de nosotros, a nacer, vivir, crecer, ministrar en la mas pura humildad. Y a entregarse por nosotros a la peor muerte, la que nos pertenecía a nosotros, para libertarnos.
Así vino, dejando Su trono en los cielos, a éste mundo a nacer de una virgen y a cumplir el ministerio dado por el Padre: Anunciar la salvación, dar su vida para pagar la gran deuda del hombre pecador, vencer a la muerte, ascender a los cielos, hasta Su regreso a buscar a Su amada (la iglesia de Cristo).

Aquél era la Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.

Todos y cada uno de nosotros puede recibirle. Recibir Su luz redentora. Cada uno puede entregar su vida para recibir la Vida. Y vida en abundancia.
No importa nuestra condición, pues a eso vino a dar luz a las tinieblas. A salvar y rescatar lo que estaba perdido.

En el mundo estaba, y el mundo por Él fue hecho, pero el mundo no le conoció.

Cuando vino, unos fueron indiferentes. Otros intentaron matarlo, sin entender a que venía. Unos pocos alabaron a Dios y otros menos vinieron a adorar al Salvador.
Lo mismo sigue ocurriendo hoy.
Ya se ha difundido Su santo nombre, Su evangelio de paz y salvación en todo el mundo. No obstante, solo unos pocos le adoran en espíritu y en verdad. Unos pocos le conocen y le aman.
Y El sigue amando como al principio.

Y en aquel tiempo:
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

El pueblo escogido de Dios, en su mayoría, no le reconoció. No atendió a los profetas y no distinguió en El la deidad. Siguió esperando que Siloh venga, y se cumplió lo que profetizó Jacob acerca de Judá y todo aconteció, según estaba escrito. Y se extendió la salvación a los gentiles, utilizando para tan delicada misión al apóstol que vino a cubrir el vacío. Un judío de pura cepa. Saulo de Tarso. Pablo.

Y en éste tiempo sigue viniendo. Sigue estando. Y pocos le reciben. Recibirlo en el espíritu, no en la figuración religiosa. Recibir a cristo y con El a Su santidad.


Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

Que hermosa heredad.
Cuanta felicidad nos llegara la noticia de que alguien poderoso, rico, nos ha adoptado y recibimos de él herencia, sin merecerla, sin haber hecho méritos; ¿No nos sentiríamos felices, no expresaríamos esa gratitud?


Bueno alma querida que aceptas a Jesús. Alaba, alégrate, exalta Su nombre. Goza en el espíritu. Eres llamado Hijo de Dios y por consecuencia, coheredero de la gloria en el reino de los cielos.